¿Deben las iglesias y pastores “meterse” en política?

Un creyente cristiano es también un ciudadano. Como tal, puede opinar, proponer y participar en lo que concierne al gobierno de su ciudad, ya sea eligiendo a sus autoridades o involucrándose en una causa que por supuesto no sea contraria a las leyes divinas ni humanas. Un pastor también es un ciudadano y como tal podría también hacerlo. Democracia es el gobierno del pueblo, y el pueblo lo conformamos todos, sin distinción de credo ni ocupación.

Sin embargo, cuando los creyentes se reúnen conforman la iglesia del Señor, y como iglesia de Jesucristo tienen un llamado que está muy por encima de cualquier causa humana. Son un pueblo de naturaleza eterna y celestial. Tienen una ciudadanía en la tierra y en el Reino de los Cielos. La Biblia dice que los convertidos creyentes son un “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios”, que anuncian las virtudes de aquel que los llamó "de las tinieblas a su luz admirable".* Mientras está en esta tierra iglesia tiene como misión formar discípulos de Jesucristo por medio de la proclamación del evangelio. Por tal motivo, todo grupo de creyentes, reunidos en cualquier iglesia local debe cuidar de no distraerse, “enredarse” en los asuntos de esta vida, para no entorpecer el cumplimiento de esta Gran Comisión. Y creo que una de esas “distracciones” es "meterse" en política.

No quiero decir que la política no tenga importancia o que un creyente peca y pierde el tiempo al involucrarse con ella. Al contrario, creo que los verdaderos creyentes pueden (y deben) participar en las decisiones de su pueblo y nación porque mucho bien le haría al país contar con autoridades que en verdad sigan las enseñanzas de Jesucristo. Pero también creo que la participación de un creyente debe ser de manera individual o agrupada en organizaciones no eclesiásticas. Si lo hacen a nombre de la iglesia o la iglesia misma se identifica con cierto partido político, apoyando, haciendo proselitismo, corre el riesgo de enredarse* en asuntos temporales y descuidar La Misión de implicancias eternas.

Una iglesia es un lugar para todos. Allí se hermanan hombres y mujeres de todas las condiciones sociales, de todos los colores y de todos los partidos políticos. Ya sean de derecha o izquierda, si apoyan a Ollanta Humala o a Keiko Fujimori, estén a favor o en contra de una revocatoria. En la iglesia todos - sin importar las diferencias - nos unimos para adorar al mismo Dios, nos esforzamos para obedecerle y mantenemos las puertas de la iglesia libres de cualquier ideología política para que quien quiera pueda entrar con total libertad. Dejamos a un lado nuestras opiniones personales y trabajamos en la causa del evangelio, del cual no nos avergonzamos pues es poder de Dios para salvación* de personas, familias, naciones, de "todo aquel que cree".

Hemos visto en los últimos procesos electorales y en los actuales procesos de revocatorias que algunas congregaciones y sus pastores se han identificado abiertamente con un candidato o una posición, y aunque no lo considero correcto, estoy seguro que lo han hecho con las mejores de las intenciones. Son ciudadanos, aman a Dios y a sus paisanos, y apoyan a quien creen hará el mejor gobierno. Aunque han expresado públicamente sus simpatías no juzguemos sus motivaciones y respetemos sus opiniones.

Los partidos políticos pasarán. Los gobernantes no siempre estarán en sus cargos. Sea por elecciones o por revocatorias, al final es Dios quien “muda los tiempos y las edades, quita reyes, y pone reyes...”. Los creyentes esperamos al único, soberano y eterno Rey de reyes y Señor de Señores; y mientras tanto, en democracia, nos sujetamos a “los reyes” que el pueblo decide elegir.

* 1ra Pedro 2:9; 2a Timoteo 2:4; Romanos 1:16; Daniel 2:21


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