Acerca del Señor de los Milagros

Hubo un hombre a quien – por lo que dijo e hizo – bien se le puede llamar “El Señor de los Milagros”. Vivió hace dos mil años y quienes lo vieron testificaron* que hizo "maravillas, prodigios y señales", demostrando gran poder sobre la naturaleza, el cuerpo, la materia, los espíritus e incluso la muerte, pues no sólo resucitó a más de uno, sino que él mismo resucitó de entre los muertos. Y no era para menos pues declaraba ser el Hijo de Dios, el Señor de toda la creación. 

Es ese poder y vitalidad manifestado en su andar por esta tierra que el Trío Mar de Plata intenta expresar en su canción “Jesús de Nazaret”. Con una bella melodía propia de nuestro folclor latinoamericano nos remonta a aquellos días para ayudarnos a no conceptuar únicamente a aquel “Señor de los milagros” herido, sufriente y crucificado, sino, vivo, obrando, actuando en medio de su pueblo.


          Una huella de sandalias en la arena
          Multitudes que lo siguen al pasar
          Unas manos poderosas en milagros
          Que consuelan el dolor de la ciudad.
          Mil colores juguetean en la tarde
          “Esperanza” se aproxima a Nazaret
          Muchas lágrimas se enjugan en los rostros… Es él, ¡es él!

          Jesús de Nazaret: Oye tu pueblo decirte “Rey”
          La luz, la nueva fe, llenar al mundo de tu poder.

          Los enfermos son sacados a la calle
          O los sana el Señor o nadie más.
          Carpintero que dejó las herramientas
          Para construir un reino de bondad.
          Hemos visto a Dios con nuestros propios ojos
          La belleza del Señor a flor de piel
          Y la fuerza del perdón en sus palabras… Es él, ¡es él!

Y con la la melodía de fondo se impone la narración:
Así va por los campos, incansable las manos compasivas que tocan los leprosos, los ojos muy profundos con Dios en su mirada, sus cabellos rizados que ondulan con el viento del mar de Galilea, testigo de su andar. Nunca hubo nadie como él. Ninguno que lo vio siguió siendo igual. Humilde carpintero, campeón del cielo eterno. Formol, sierra y martillo. Poder y majestad.
Poder y majestad que debemos evocar, pues como rey vino a establecer un reino y no sólo a solucionar los problemas y curar las enfermedades de todo el mundo. Él mostró su poder a manera de señales para demostrar quién es. Un medio, no un fin. Y aunque lo sigue haciendo hoy, sanar no es la principal razón de su manifestación al mundo. Él vino a establecer un reino de bondad, de amor, de paz, de justicia, y lo hace en las vidas de quienes aceptan someterse a su señorío. El obra con poder en quienes le reconocen Señor de sus pensamientos, sus familias, sus negocios y hasta de sus diversiones, quitándoles el orgullo, la envidia, la mentira y la rebeldía. Porque su evangelio* es poder de Dios, para salvación de todo aquel que en él cree.

Cristo ya no tiene las manos clavadas. Está vivo, obrando, y sus mas grandes milagros no consisten en sanar enfermos o solucionar problemas económicos, sino en dar vida nueva a aquellos que se arrepienten; y como gran carpintero tallarlos y transformarlos para bien, su propio bien, el de su familia y de la sociedad; para la gloria de Dios.

*Hechos de los Apóstoles 2:22; Romanos 1:16




Publicado el 15 de octubre del 2011

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