La locura y el tropiezo de la cruz



« La cruz. ¿Puedes dirigir la mirada a cualquiera parte sin ver una? Colocada en lo alto de una capilla. Esculpida en una lápida en el cementerio. Tallada en un anillo o suspendida en una cadena, la cruz es el símbolo universal del Cristianismo. Extraña decisión, ¿no crees? Extraño que un instrumento de tortura llegara a representar un movimiento de esperanza. Los símbolos de otras religiones son más optimistas: la estrella de seis puntas de David, la luna en cuarto creciente del Islam, la flor de loto del Budismo. ¿Pero una cruz para el Cristianismo? ¿Un instrumento de ejecución?»


«¿Te pondrías una pequeña silla eléctrica en el cuello? ¿Suspenderías una horca de oro plateado en la pared? ¿Imprimirías una foto de un pelotón de fusilamiento en una tarjeta de negocios?... »

« ¿Por qué la cruz es el símbolo de nuestra fe? Para hallar la respuesta no hay que ir más allá de la cruz misma. Su diseño no podría ser más sencillo. Un madero horizontal y el otro vertical. Uno extendiéndose hacia afuera. El otro hacia arriba. Uno representa la anchura de su amor, el otro refleja la altura de su santidad. La cruz es la intercesión de ambos. La cruz es el lugar donde Dios perdonó a sus hijos, sin bajar sus normas de santidad.»

En las líneas anteriores vemos la preciosa manera que tiene Max Lucado* para explicar el significado bíblico de la cruz: la muestra del amor y la santidad de Dios. Su santidad, que ninguno de nosotros puede alcanzar; pero que Jesús la vivió en nuestro lugar. Y el juicio, la deuda, que la santidad de Dios reclama, y que ninguno de nosotros la puede pagar. Pero que Jesús la pagó por nosotros en la cruz. No estaba obligado. Lo hizo por amor. “La cruz es la intersección de su amor y su santidad”.

Locura para el mundo: Que la divinidad tome forma humana y lleve sobre sí el pecado de sus criaturas. Ilógica contradicción: Ofrecer vida por medio de la muerte. Prometer gozo y victoria a través de un crucificado. ¿Cómo creer que un Jesús humillado y sufriente sea el Mesías prometido para liberación de todos los oprimidos? La esperanza de la razón lo rechaza. Es un tropiezo para el que busca solución sin fe en Dios.

Pero como dijera el apóstol Pablo: “Nosotros predicamos a Cristo crucificado… Tropiezo para unos y Locura para otros. Mas para los llamados, Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios. El murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y fue sepultado, y resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1ª Corintios, capítulos 1 y 15)

Para los creyentes, la cruz no es un símbolo de derrota ni de vergüenza. No es un estimulante de golpes en el pecho. No es un amuleto milagroso. Tampoco es un objeto de culto o adoración (o no debe serlo). La cruz es un recuerdo que debemos adorar a aquel que venció a la muerte, al pecado, al mundo y al diablo; y que al estar en Cristo, su victoria, es también nuestra victoria. Nos recuerda su gran amor y su entrega por nosotros. Nos llena de gratitud. Nos motiva a creerle, a seguirle, y a amarle. Y por supuesto, a entregarle también nuestra vida a él. Bendita obra en la cruz.

* Él Escogió los Clavos, Editorial Caribe, Nashville, TN — Miami, FL, 2001, pp. 110–113.




Publicado el 3 de abril del 2010

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