“Estamos en una mala racha… que Dios se apiade de nosotros”


Así se expresó el primer ministro Yehude Simon, luego de enterarse de la caída de un puente en Ayacucho en el que murieron varios escolares. Triste noticia que en ese día se sumaba a las muertes ocasionadas por el incendio de un bus al chocar con un camión que transportaba gas y a los soldados que murieron en una emboscada narcoterrorista.

Sus palabras, que reflejan el sentir de muchos peruanos y que produjeron muchos comentarios, aún nos permiten reflexionar y hacer algunas aclaraciones.

No es mala racha. Tampoco Dios es el responsable. Estas malas noticias que parecen incrementarse con los días, son en realidad la abundante cosecha de una mala siembra. Los peruanos estamos viendo cada vez más, los frutos de las semillas que hemos venido sembrando por décadas. La mayoría de los accidentes en carreteras nunca se producirían si las personas involucradas tuvieran como práctica las virtudes de la prudencia, la previsión, el sujetarse a los reglamentos. De igual manera, el narco terrorismo no estuviera resurgiendo si hubiese equidad social y aplicación justa y severa de la ley. Pero, en cambio, por muchos años nuestras autoridades han venido sembrado negligencia en sus funciones y debilidad en hacer cumplir la ley. Los ciudadanos han estado sembrado semillas de irresponsabilidad y falta de respeto a los demás. La práctica generalizada de las “filosofías” del “no pasa nada” como respuesta a la advertencia, y el “Yo soy vivo” como evasión a las responsabilidades y el tratar de justificar “la ley del más fuerte” traen terribles consecuencias. Las estamos viendo.

Hay principios de vida que por más que lo intentemos, no podemos obviar ni escapar. Uno de esos principios es el de la siembra y la cosecha. El rabino y apóstol Pablo lo expresó con estas palabras: “No se engañen, Dios no puede ser burlado, todo lo que siembren, eso cosecharán…” y no vayamos a interpretarlo como la amenaza de un Dios abusivo y vengador de los pobres e indefensos peruanos. No. Simplemente, nos hace recordar que toda decisión y actitud nuestra, es una semilla que a mediano y largo plazo, dará frutos para bien ó para mal. Dios lo advierte, y no podemos pasarlo por alto… sus principios no pueden ser burlados, las consecuencias nos alcanzarán. Y nos están alcanzando.

Dios no está haciendo que los peruanos se emborrachen y conduzcan sus autos dormidos. Ni a las autoridades les hace obviar su sentido común para no clausurar un puente en peligro. El no hace que el chofer de una combi estacione bruscamente y choquen los doctores que fueron a auxiliar a los niños que cayeron del puente. El no obliga a nadie a tomar las armas para defender sus derechos a costa del derecho a la vida de los demás. ¡Dios no es el autor de estos males! Somos nosotros mismos.

Sí, que Dios se apiade de nosotros y abra nuestros ojos para ver nuestra desidia colectiva, nuestra irresponsabilidad y la necesidad de un compromiso personal de cambio. Empecemos a sembrar lo bueno.




[Publicado el 20 de abril del 2009]

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